miércoles, 25 de abril de 2007

El contragolpe de la Casa Rosada

Por Martín Rodríguez Yebra
De la Redacción de LA NACION
No se puede ser kirchnerista a medias o un poquito opositor. Jorge Telerman descubrió ayer, si ya no lo intuía, que su acuerdo electoral con Elisa Carrió ha quemado la última hilacha que podía unirlo al Presidente con miras a la segunda vuelta de las elecciones porteñas. Nada menos que Alberto Fernández, su entrañable enemigo de la política porteña, fue quien ejecutó la jugada. Ligó al gobierno de la ciudad con un caso de corrupción como el de Skanska y lo hizo en el Congreso, con todas las cámaras apuntándole y a partir de datos que se habían analizado minuciosamente en la Casa Rosada. Fue un contraataque a tres puntas. Fernández intentó despegar al Gobierno de Skanska, embarró a Telerman y, sobre todo, quiso apuntar contra Carrió, la dirigente que más relacionó al kirchnerismo con las supuestas coimas en la construcción del Gasoducto del Norte. Como estrategia, parece una vieja fórmula retocada. En la campaña anterior, hombres ligados a la Jefatura de Gabinete habían acusado de tener cuentas bancarias no declaradas a Enrique Olivera, entonces candidato porteño de Carrió, y ahora también de Telerman. La denuncia resultó falsa, pero se supo cuando el daño (la derrota electoral) ya estaba hecho. Ahora la información es más delicada. Fernández acusó al gobierno porteño de pagar "facturas de publicidad truchas" a la firma Soul Group. Efectivamente, hay pagos registrados de la administración Telerman a Soul Group. Y el juez Javier López Biscayart analiza si esa empresa es en realidad una pantalla para evadir impuestos y lavar dinero de coimas. A diferencia de lo que denunció Fernández, fuentes judiciales explicaron que aún no está probado que Soul Group hubiera actuado como "facturera" al estilo de Infiniti y Calibán, los sellos involucrados en el caso Skanska. Hay sólo sospechas. Pero una sospecha y un fajo de papeles, en plena campaña, es suficiente. Fernández dijo en el Congreso que accedió a la información judicial por un sobre anónimo que llegó a su oficina. Cerca de él, aclararon que "se corroboró la veracidad" de los datos. El ministro aprovechó -al igual que Kirchner después- para enfatizar que Skanska es un caso de corrupción privada en el que nadie pudo involucrar al gobierno nacional. Es cierto que no hay funcionarios mencionados en el expediente. También lo es que hay testimonios y documentos que hablan de coimas; y que el Enargas (un ente dependiente del Gobierno) debía aprobar la obra sospechada. Que el caso le preocupa a Kirchner suena obvio. En especial, le irrita que Carrió pudiera encontrar una excusa para instalar la corrupción como tema de campaña. Telerman quedó en la tormenta desde esa alianza. Kirchner hará un último intento por empujar a Daniel Filmus al ballottage, pero si fracasa más de uno cerca de él imaginará a Mauricio Macri como un mal menor. Un triunfo de Telerman sería una carambola para Carrió, la rival que menos quiere enfrentar el Gobierno en octubre. Macri, en cambio, no se ató a propuestas nacionales y se cuida siquiera de mencionar a Kirchner. Ejercitan una mutua indiferencia. El enemigo es Telerman. Fernández lo dejó en claro cuando dijo que el gobierno porteño es la única dependencia oficial manchada por Skanska. En la ciudad estallaron: respondieron que las facturas exhibidas por el jefe de Gabinete no son falsas, que la publicidad fue emitida y que Soul Group figura desde hace 10 años en los registros oficiales de proveedores. Explicar ya tiene un costo para Telerman. La verdad, si existe, se conocerá bastante después de votar.

No hay comentarios: